Un trato de libertad
A las 4:00 de la mañana cuando el gallo cantó, era tiempo de un nuevo día en la hacienda, que he trabajado desde que era una pequeña criatura. Había sido vendido por mis padres por un poco de pan y dinero. Y no los puedo culpar, con una gran familia de 12 niños, siendo yo el mayor de mis hermanos por una diferencia de meses. En su pellejo habría hecho lo mismo para poner un poco de pan y dinero en la mesa.
Tenía 5 años, cuando mis padres tomaron una decisión y me dejaron en esta hacienda. Día a día debo atender a la familia de mi patrón desde el más joven hasta el más anciano. Además de alimentar a los animales de la hacienda, ir hasta otro pueblo para sembrar maíz, alfalfa, cebolla y otros productos cosas más. Despertarse de madrugada para luego regresar a media noche, días arduos son por los que he pasado en esta hacienda.
Pero hoy día es diferente a los demás, un día llena de esperanza y libertad. v
Al cumplir los diez años hice un trato con mi patrón, trabajaría arduamente día a día, acataría cualquier orden por muy absurda que fuera, no me quejaría de ningún maltrato que él o su familia me hiciera. Sería la persona más mansa, dócil y obediente que jamás haya conocido. Pero lo más importante era cumplir con cada detalle que él dijera, el prometió que si cumplía con cada requisito que él había especificado, me libraría al cumplir los 35 años. Para así buscar mujer, casarme, tener hijos y al igual que mis padres, entregarle el primogénito para que trabaje en su hacienda para él.
Hoy es el día en el que todo termina, hoy termina todo este infierno y comienzo una nueva vida, porque hoy el patrón deberá cumplir con su promesa. A las 12 de la sere liberado de las cadenas que me tuvieron preso aquí durante 30 años de arduo trabajo.
Hice lo de todos los días, levantarme, tender mi cama, alimentar a las gallinas, los perros, las vacas, las ovejas , los cerdos y todo aquel animal que viviera en la hacienda. Luego ir y bañar a los ancianos de la familia, desayunar, cuidar a los niños, hacer viajes en carro a otro pueblo durante toda la tarde, sembrar todo lo que me dan. Para así luego regresar a la hacienda a tomar una siesta.
Pero ese día llegue a la media noche, corriendo como con el dolor de mis pies llegue donde el patrón. Toque la puerta pero nadie respondió, volví a tocar con un poco de desesperación y ahí fue cuando el patrón asomo su cabeza por esa puerta de madera. Me miro con cierto fastidio y me dijo: “Incumpliste el contrato”.
Toda la alegría que me invadía todo el cuerpo, en cuestión de segundos desapareció. No salió absolutamente nada de mi boca, no sabía que decir. Esperaba que todo fuera una broma y que no fuera realidad, pero su cara de disgusto y sus palabras me lo volvieron a confirmar: “Mis palabras fueron claras, vendrías exactamente a media noche a buscar tu libertar ni un minuto más, y tu fallaste”.
La puerta se estrelló contra mi cara, y termine en el frio cemento tirado boca arriba viendo el cielo negro y oscuro. Oscuro como mi futuro. Ya no pude aguantar más y empecé a llorar vi como todo se nublo a mi alrededor y como poco a poco mis ojos se empezaron a cerrar, para así comenzar un nuevo día.
Cuando volví a abrir los ojos me encontraba echado en mi cama, y fue entonces cuando el gallo canto para anunciar un nuevo día, me sentía algo perturbado, así que algo confuso le pregunte a un compañero la fecha en la que nos encontrábamos. Me vio algo sorprendido y con una sonrisa me respondió: “Juan no lo recuerdas? Hoy es tu cumpleaños, el día de tu libertad”
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